El catolicismo se vive bajo hostilidad, según tres feligreses entrevistados bajo condición de anonimato: una monja, una feligrés y un seminarista.
A uno de ellos lo llamaremos Lucas, quien desde niño se congrega en la catedral de Matagalpa, y considera como un duro golpe a la Iglesia lo ocurrido este año. “Me duele mucho la detención del obispo Álvarez y de los otros sacerdotes y laicos, quienes no han cometido ningún delito, más que profesar la fe católica”, dijo.
Desde esas detenciones, “acudir ahora a cualquier templo católico, se ha vuelto un peligro, porque podés ser víctima de cualquier abuso, no solo de la Policía, sino de los fanáticos, muchos de ellos, asisten a las misas, sobre todo a las dominicales, para tomar fotos y grabar los mensajes del sacerdote”.
“En la catedral de Matagalpa, y otras parroquias del departamento, es notorio que llegan personas desconocidas a vigilar a la feligresía, a identificar a las personas que asisten a la misa, para tenerlas controladas, a esos niveles de intolerancia hemos llegado”, sostiene.
Durante fines de semana en octubre, la asistencia de la feligresía a las parroquias de Matagalpa y de otras ciudades como Rivas, Carazo, Granada y Masaya, ha bajado, por temor a represalias del régimen, según feligreses.
“Algunos hermanos en la fe, deciden no acudir a los templos para evitar verse comprometidos y en algún momento ser una potencial víctima, por el hecho de asistir a la Eucaristía”, dijo Lucas.
Los sacerdotes dentro de Nicaragua, también temen salir de sus parroquias hacia las comunidades rurales a visitar enfermos o celebrar la palabra, porque son asediados por la Policía, hasta les inventan multas o los persiguen, agregó.
Un seminarista narra también las amenazas de las que fue objeto a mediados de este 2022. “Me llamaron a mi celular donde me decían que me tenían en la mira y que cualquier movimiento sospechoso me caerían”, dijo este hombre, quien lamenta el fanatismo de sus perseguidores, a quienes califica como serviles y fanáticos.
“Guadalupe” enseña el catecismo para la primera comunión y también canta en el coro de su parroquia. Ella señaló que, aunque hay mucha fe y miles de católicos oran por la verdadera paz de Nicaragua, comprende la disminución de personas en las eucaristías de los fines de semana.
“Mucha gente que llegaba sábado y domingo, ahora solo llega un día en la semana, porque en las afueras de mi parroquia, está el parque y siempre hay personas en moto o enchaquetados, desconocidos, tomando foto a las personas que entran o salen, ya ni siquiera tienen vergüenza en disimular”, dice.
Para Guadalupe, las y los jóvenes han sido los primeros en dejar de asistir a la iglesia, porque hay temor que los criminalicen. Por eso, se ve en su mayoría a personas adultas o enfermas asistiendo a las misas.
“Pero ante este panorama de calvario, la esperanza en Cristo no se pierde, porque en él está la resurrección, y ante este contexto como Iglesia, nos toca vivir la Cruz de Cristo, no sólo predicarla, sino asumirla”, afirma, mientras sostiene un rosario en sus manos.
El temor de visitar una iglesia se siente y se ve también en lugares céntricos. Tras el atentado en contra la Sangre de Cristo en 2020, las autoridades de la catedral de Managua, decidieron reducir el horario para el ingreso de personas. Solo se puede entrar a la catedral de 8 de la mañana a 1 de la tarde de lunes a viernes.
En Managua, los accesos y salida del sector norte de la Catedral siempre están vigilados por la Policía o por paramilitares.
“Para nadie es un secreto que hay fanáticos sandinistas que se prestan para escuchar lo que dicen los sacerdotes en sus prédicas y, si alguno de los sacerdotes hace una crítica o referencia a la situación de los derechos humanos, es reportado”, comenta Leticia, una joven católica que asiste casi todos los domingos a las misas matutinas en la catedral de Managua.
La persecución está afectando emocionalmente a familias católicas, especialmente a las madres y a las personas que se congregan en los templos.
Según “Teresita”, una monja entrevistada para este reportaje, señoras de la tercera edad han dejado de asistir a las parroquias por temor a que les suceda algo, pero agregó que muchas mujeres comprometidas con la fe continúan en su labor evangelizadora.
“La Iglesia tiene en las mujeres a personas activas que hacen tareas importantes en todas las áreas: desde la catequesis a la gestión de proyectos de acción social o administración de recursos y mantenimiento de inmuebles, desde la participación en tareas litúrgicas, el acompañamiento de procesos espirituales y de discernimiento personales o comunitarios”, dice “Teresita”